Es ampliamente conocido el papel saciante de la fibra, lo que se utiliza en la promoción de alimentos que la contienen. Sin embargo, tal vez no sea tan conocido el hecho de que nuestro organismo sintetiza sustancias que también regulan el apetito, esta vez desde dentro. Una de ellas es la leptina, bautizada en su momento como “la hormona de la saciedad”. Esta pequeña proteína se produce principalmente en el tejido adiposo, comúnmente llamado ‘michelín’.
Figura 1.- El tejido adiposo es el principal productor de leptina (ver sección 'Imágenes' para los créditos)
La leptina actúa en diferentes lugares del organismo gracias a su distribución a través de la sangre. Su descubrimiento se debe a unos ratones especiales denominados ob/ob que precisamente carecen de leptina, aunque cuando se describieron por primera vez en 1950, esto no se sabía. Estos ratones son obesos porque, ya desde pequeños, comen más de lo que gastan.
Figura 2.- La diferencia de tamaño entre un ratón ob/ob (izquierda)
y uno normal (derecha) es considerable.
Veinte años después, un grupo de investigadores realizó un experimento clave para determinar el responsable del apetito desenfrenado de estos ratones. Para ello, conectaron ratones a través de la sangre: por una lado parejas de ob/ob con normales y por el otro, parejas de ob/ob. A lo largo de los meses siguientes, los ratones obesos conectados a ratones normales no ganaron tanto peso como las parejas de obesos (Figura 3). Esto sugería que el ratón normal transmitía a través de la sangre un factor saciante a su compañero que hacía que disminuyera su apetito y, por tanto, ganara menos peso del esperado. Los experimentos llevados a cabo en las siguientes décadas permitieron, finalmente, identificar este factor saciante, que fue denominado “Leptina”.
Figura 4.- La cantidad de leptina en sangre depende de la cantidad de grasa (ver sección 'Imágenes' para los créditos).
La leptina es un freno para el apetito, de modo que cuando hay exceso de grasa, esta hormona disminuye el apetito con el fin de perder esa grasa extra. Además, aumenta el gasto calórico. Y todo esto lo hace actuando sobre una estructura cerebral con la que ya estamos familiarizados: el hipotálamo.
En las personas obesas, el sistema de regulación del apetito por la leptina falla. De hecho, a pesar de tener mayores niveles de leptina, ésta no es efectiva porque el cerebro no la reconoce. Es lo que se denomina
distinguishing cause from effect". Myers MG Jr, Leibel RL, Seeley RJ, Schwartz MW. 2010. TEM. 21: 643-651.
Imágenes
- Figuras 1 y 4.- Imagen del cerebro tomada de Department of Histology, Jagiellonian University Medical College en Wikipedia (enlace)
- Figura 2.- De dominio público
- Figura 3.- Confeccionada a partir de la figura 1, que es de dominio público
Imagen del cerebro Tomado de biologycorner en flickr
Imágenes de los hombres tomadas de Wellcome Images
Imágenes de comida tomadas de DocteurCosmos en Wikipedia (enlace) y Pierre-Alan Lepetit (Lppa) en Wikipedia (enlace)